Un día decides poner a prueba todo lo que has aprendido sobre la Espiritualidad, más concretamente sobre el poder de atracción.
Así que, con decisión, te sientas en tu sitio favorito del sofá mientras te acomodas con una manta y unos cojines, lo que te hace tener la sensación de estar en una cápsula muy placentera.
Tu entorno es perfecto.
Desde esta seguridad y teniendo tu territorio preparado, decides iniciar tu aventura de comprobación espiritual: corroborar que, estos años dedicándote a estudiar las leyes de la atracción, sirven para algo que puedas ver materializado con tus propios ojos.
Y para ello, quieres ponerlos en práctica.
Así que, desde el sofá, empiezas a regular la respiración como siempre te han enseñado hasta el punto de relajar tu mente y con ella, tu sistema nervioso.
Te sientes en paz, te sientes con energía.

De repente y con los ojos cerrados, empiezas tu misión: visualizar ese vaso de agua que con anterioridad habías colocado cuidadosamente delante de ti, a medio metro de distancia, encima de tu mesa.
Visualizas su estructura, su peso, el cristal del que está hecho, su color a contraluz.
También te imaginas el agua: ese elemento esencial que te permite seguir existiendo.
Ahora, empiezas a imaginarte la sensación del agua en tus labios, en tu garganta, hidratándote. La invitas a entrar…pero no entra.
Claro que no entra, ni lo va a hacer.
Igualmente, sigues queriendo atraer el vaso con la finalidad de beberte su contenido mediante el poder de la mente.
Al fin y al cabo, te han dicho que si lo proyectas, lo atraerás y se hará realidad.
Pasan horas y horas que rápidamente se convierten en 3 días y tú sigues en el sofá en la misma situación pero con un problema adicional: tienes hambre pero la aguantas, lo verdaderamente insoportable es la sed que tienes. Pero aún así, no desistes de tu objetivo: atraer con la mente como te han enseñado.

A partir de aquí y ya en un modo de supervivencia tienes dos opciones:
Reconocer que el poder de la mente y las creencias es sumamente imprescindible y la materia prima para alcanzar tus objetivos, pero que a eso hay que añadirle la acción correspondiente. Reconocer que, aparte de algunos casos en concreto de la Índia, solo con pensarlo no es suficiente y que debes poner acción para ver los resultados esperados.
En otras palabras: levantar el trasero del sofá e ir a por lo que deseas.
2. Seguir creyendo que el vaso va a venir a ti simplemente porque así lo pienses y morir de sed en 5 días como máximo.
Personalmente, conozco y he tenido el gran honor y sumo privilegio de ver en diferentes momentos y viajes de mi vida (en pocas ocasiones, todo sea dicho) como realmente un puñado de personas podían llegar a materializar objetos con su mente de la nada, como otra conseguía mover elementos a su antojo y sin siquiera tocarlos.
Por no hablar de autocurarse enfermedades de naturaleza severas y teóricamente incurables que ya habían sido desahuciadas.
De eso ya hablaremos otro día.
Pero esto son casos únicos y aislados, no se pueden generalizar a toda la población.
Incluso puede resultar peligroso tener pensamientos de este tipo y creerlos a pies juntillas. Primero, porque hay demasiadas pocas personas que verdaderamente sean seres espirituales tan elevados y auténticos como anuncian.
Créeme: he visto demasiados de estos que se lucran y benefician de diversos modos a costa de gente que no duda ni por un segundo que estén iluminados y que les vayan o a salvar o a enseñar los secretos de la vida.
Segundo, porque es muy atrayente (y casi un alivio) creer que para obtener tu meta o tu sueño, simplemente debes pensarlo, sin ponerle acción. Que si no sucede, es porque no estás preparado para ello y en consecuencia, entonces debes pensarlo más y más…hasta morirte de sed.
Saliendo de la metáfora: no dejes que una corriente New Edge controle ni domine tu destino. La creencia es cómoda y está cada vez más en auge en nuestra sociedad, sí, sin embargo el poder intrínseco de hacer realidad tus metas, por muy ambiciosas que estas sean, recae directamente en tí y en lo que hagas con tus pensamientos.
E incluso me alegraré que tengas los estándares y objetivos muy elevados elevados, si es tu caso. Porque, y esta es una ley mía:
El mínimo esfuerzo,
desemboca inexorablemente en la mínima felicidad.
Piensa en cualquier ámbito de tu vida:
¿Qué pasará si inviertes el menor esfuerzo en cuidar de tu salud?
¿En tus amistades, familia y pareja? Piensa qué pasaría con ellos sin dedicarles tu mejor tú.
Piensa incluso en otros ámbitos más pragmáticos: tu situación económica, las horas que dedicas a leer, a la toma de decisiones.
¿Te das cuenta ahora?
Acción, acción y más acción.
Sin llegar al Burnout o sobrecalentamiento, por supuesto.
Y no olvides que la acción preside de tus pensamientos, así que como primer paso cuida tu Dieta Mental.
Te invito a acompañarlos de emociones congruentes con tus creencias para garantizar el cóctel perfecto necesario para generar la sinergia perfecta de tu empuje.
Al final, la e(moción) no es más que puro movimiento.