En España, cada 20 minutos muere una persona debido a patologías derivadas del sobrepeso, según la Real Academia Nacional de Farmacia (2023).
En este artículo, no me voy a centrar en dar consejos sobre las problemáticas relacionadas con el peso, a hablar sobre dietas milagrosas o ayunos imposibles (y a veces, contraproducentes según la persona).
No. Pero cuando me percaté de esta estadística, decidí redactar una información novedosa, científica y divertida para que la guardes.
Y la aproveches.
Esto va a tratar de darte una orientación que considero que va a ayudarte en dos vertientes personales:
Regular y mejorar la forma en la que te comunicas.
Literalmente, limpiar toxinas físicas de tu organismo mediante el simple uso de las palabras.
¿Sorprendente?
No es magia, es el funcionamiento de tu organismo, te explico:
Desde el momento en que eres un sujeto activo en la sociedad, las cosas pasan. Buenas y malas. Estas últimas, son las que necesitan ser “limfatizadas” verbalmente con eficacia, de lo contrario, se convierten en toxinas pululando por tu anatomía.
¿Cómo?
En el mismo momento en el que vives una situación, pensamiento o posición incómoda y te lo tomas mal, tu cerebro empieza a segregar una serie de hormonas y de neurotransmisores que, para resumir, digamos que te “cortocircuitan”.
En el resto del cuerpo, de los primeros afectados va a ser el sistema digestivo, y no olvides que de él depende más del 50% de tu sistema inmunológico!
Al sobreestresarlo, los alimentos que puedas tener en ese momento en el estómago o los que vayas a consumir hasta unas horas después, se verán afectados dado que bajará la absorción intestinal e impedirá que te nutras de esos macronutrientes y aminoácidos.
De ahí, de esa mala digestión, puede llegar a surgir una fermentación en tus intestinos nada saludable que, del mismo modo, te durará unas horas.
Hasta que se te pase la emoción que vamos a catalogar como “negativa o incómoda”.
Y como no hay dos sin tres, con la segregación de cortisol, tu torrente sanguíneo variará produciendo una hipo o hipertensión (siendo esta última la más común).
Todo este proceso que actúa como una bomba dentro de tí, la puedes aligerar o plantarle cara en el momento:
Habla. Háblalo. Con consciencia. Y lo más importante: en el momento en el que te ocurra, no unos días o una semana después.

Parece básico, pero curiosamente nadie lo hace. Resulta que al hablar sobre la situación que te acaba de afectar, aunque sea estando enfadado o de malas maneras, ayuda a rebajar los niveles de cortisol, a parar este cortocircuito mental, a hacer que tu sistema digestivo no se encargue él solo de todo el trabajo y a regular tu bienestar emocional.
Las palabras que se entierran en la mente, jamás quedarán del todo enterradas.
Aunque no pienses en ellas, tu inconsciente sí que lo hace. Y lo seguirá haciendo. Tu subconsciente nunca olvida.
Son como estas microdosis de veneno que vas administrando a tu organismo a diario, lentamente, que te enferman física y mentalmente.
Y contra más acumules, más suciedad habrá en tu lugar favorito: Tú mismo.
Te invito, si quieres, no a hacer esta “limfatización verbal” uno o dos días, sino a comprometerte contigo mismo a generar un hábito de ello para mejorar tu salud y marcar la diferencia.
Para acabar, te pregunto:
¿Cuánto sueles callarte en situaciones conflictivas? ¿Tienes una mano amiga para charlar en el 100% de los momentos?
Te leo!