¿Te acuerdas de la típica frase que repetían tus padres o abuelos?
“El saber, no ocupa lugar”.
Luego, seguían: consiguientemente, debes aprender todo lo que se te ponga por delante sin importar lo que sea.
Hay frases ancestrales que han causado grandes estragos en nuestra cultura actual, una de ellas es esta.
¿Por qué?
Porque aparte de estar obsoleta, si te la crees, puede llegar a resultar dañina.
Te lo explico:
Esta frase tiene su origen en el año IV a.c, y se decía en una sociedad en la que la información era más bien escasa, por no decir que el pueblo no solía tener a su disposición ni un solo libro por familia, y eso si se tenían contactos o se sabía leer.
En aquel entonces:
Era casi imposible rellenar tu cerebro con toda la información que había, porque la que llegaba era poca o nula.
La que llegaba, tardaba mucho en producirse: primeramente debía cumplir unos mínimos de calidad, posteriormente, era ampliamente estudiada y contrastada y por último, una persona (probablemente un monje experimentado), se ocupaba de transcribir un solo ejemplar a mano, con pluma y pergamino.
¿Te imaginas lo complicado y la de tiempo que este ritual llevaba?
Cuando por fin podías disfrutar de algo de información, casi había pasado la mitad de tu vida. Eso solo si estabas en un estrato social ciertamente privilegiado.
Pero ahora, las cosas han cambiado.
Voy a compartir unos datos contigo que quizás te hagan reflexionar o, al menos, que te sirvan para tener una mayor noción sobre el enorme poder que tienes ahora mismo en tus manos:
Según el último informe de Data Never Sleeps, se estima que cada 24 horas se crean 2,5 quintillón de bytes de datos de información que pueden estar al alcance de tu mano.
Es decir:
Cada día se crea más información de la que tu cerebro jamás podrá procesar.
Ahí es donde radica la importancia sobre que escojas de qué vas a alimentar a tu cerebro.

Del mismo modo que no consumes ciertos alimentos para tu bienestar, también y con más razón debes cuidar tu Dieta Mental: no tienes que atiborrarse de información, has de ser plenamente consciente de querer decidir ser el mejor desgranándola y apartando esos valiosos granos de la paja.
Esos granos sólidos que van a construirte un camino perfecto para encaminarte hacia el cumplimiento verdadero de tus metas, no de la paja que, en cualquier momento que la pises puede arrastrarte hacia el fondo.
Elimina de tu dieta mental estos edulcorantes que hackean tu circuito de recompensa y te ofrecen dopamina de un modo nada real y que, encima, crean adicción, como las redes sociales cuando se usan por mero entretenimiento.
La buena noticia: ahora que eres consciente de ello, escoge seleccionar todo aquello que te sirva como plataforma de lanzamiento y que te dirija hacia tu mejor versión.
¿La mala noticia?
Como ha habrás podido imaginar, al contrario de los dichos y creencias populares, nuestra materia gris cerebral es limitada, no ilimitada.
Disponemos de cierto espacio de almacenaje pero cuando este se supera, lo único que puede hacer tu cerebro cuando después de estar lleno quiere aprender algo más es reemplazar unos conocimientos por otros: desaprender para aprender.
Te animo a, en la era actual de la sobrecarga informativa, tomar la decisión de optar por la calidad en vez de la cantidad para marcar la diferencia y acercarte más a tu bienestar mental y emocional.
Porque según la Neurobiología, el exceso de almacenaje conduce hacia una mayor apatía, una emocionalidad más maleable, mayor labilidad e inestabilidad emocional, hasta menos energía física y mayor propensión a sentimientos tales como la tristeza o ansiedad.
Empieza por librarte de lo que te sobra y en no condicionar más tus conexiones neuronales con conocimiento que nunca te ha importado demasiado: céntrate en aquello que sí.
A partir de ahí y de mantener esta decisión, será inevitable que tu vida no de un vuelco traducido en una mayor calidad mental (y hasta física).

La congruencia lo es todo: si persigues ese aumento de sueldo, este cambio de vida de 180 grados, ese ansiado cuerpo físico saludable, ese dejar ciertos hábitos y, sin embargo, no enfocas tus energías en ello y no les vuelvas conocimiento para alcanzarlo, tu inconsciente (ese que Pepito Grillo que siempre está contigo y lo ve todo), te va a evaluar como que no te lo tomas en serio y ahí es cuando empiezan los sentimientos, teóricamente “surgidos de la nada”: desesperanza, tristeza, bajón energético, irritabilidad…
Porque el inconsciente suele castigar la falta de congruencia. No te permitas llegar a este punto porque estarás perdido.
¿Eliges seleccionar mejor lo que consumes y encaminarlo hacia tus propósitos, esos que, al pensarlos te hacen vibrar?
Al menos, si todavía no lo tienes claro, te animo a responderte a tí mismo y a solas:
¿Todo lo que consumo es relevante o es entretenimiento que me llena inútilmente la cabeza?
¿Cómo quiero cuidar mi dieta mental y por qué considero que necesito cuidarla?
¿Cuáles son mis pasiones, esas de las que me gustaría llenar mi cerebro?
¿Qué pasará si sigo llenando mi cabeza de información irrelevante y no dejo espacio para lo nuevo?