¿Conoces a alguien que haya estado durante 1 año recibiendo cualquier tipo de terapia psicológica, clínica o no, y que no vea progresos?
¿Dos, tres…más años?
¿Quizás tú te encuentras en esta situación?
Como persona dentro del mundo hospitalario, te afirmo: Algo va mal.
Literalmente, la Psicología Clínica y la Neurobiología explican cómo cualquier persona puede cambiar patrones emocionales en un solo segundo, teniendo las herramientas correctas.
Y tranquilo:
No tienes por qué estudiar una carrera de 5 años, un máster de dos y una especialización de tres: puedes y tienes el derecho de pedir ayuda a alguien que sí haya hecho este proceso.
La clave aquí es dar con un tipo de terapeuta a los que yo, cariñosamente llamo “Psicólogos Relámpago”. Por el resplandor casi instantáneo que producen en forma de resultados y porque cada sesión es como una descarga eléctrica para tu cerebro. Con su terapia Breve Sistémica o su terapia del trauma, en combinación con decenas de otras herramientas, he visto como estos fuera de serie ponen todo su ahínco y más en la solución a problemáticas tan duras como TEPT (trastorno por estrés postraumático), TCA (trastorno del comportamiento alimentario), hasta TDM (trastorno depresivo mayor) en un tiempo promedio irrisorio, comparándolo con las terapias psicológicas más tradicionales e infinitas, donde se llega más bien a la nada.
A esos últimos, también los catalogo con otro apodo: “Psicólogos Atómicos”. En parte porque los átomos son infinitos, como sus terapias, y en parte porque los componentes de un átomo orbitan en él dando vueltas sin llegar, realmente, a ninguna parte.
Pero si existe la posibilidad de solventar tu conflicto interno de una manera eficaz, eficiente y tremendamente enriquecedora…¿por qué escoger a los Atómicos?
Huelga decir que cada persona tiene su proceso y sus tiempos de sanación interior, sobretodo en contextos más complejos.
Pero hoy te vengo a hablar sobre esas terapias infinitas que te enrocan y en las cuales, parece que ningún avance es posible.
Sea del ámbito clínico o alternativo, un terapeuta tiene la misión de guiar a su cliente, acompañándolo en su evolución y, sobretodo, sin dañarle.
Hay terapeutas…excesivamente light. No se quieren meter demasiado en tus emociones, no dan su opinión sincera, no se mojan, parece que no te conducen…es como una charla con un amigo tímido que no quiere profundizar. Y eso, querido lector, es muy dañino para la persona que lo recibe. ¿Por qué?
Porque lo que no avanza, se estanca y muere. Y seguro que no quieres eso para tu mente. También por la culpabilidad que el paciente experimenta:
He visto muchos clientes (más de los que me gustaría) que experimentan pensamientos tales como:
“Llevo dos años yendo una vez por semana y estoy igual, algo malo tendré”
O
“No avanzo porque no valgo”, “soy inútil, la psicología no es para mí y nunca me servirá”.
O bien:
“Estoy peor de lo que creía: la terapia nunca se termina y seguro que es culpa mía”.
Quizás sí, pero también quizás no porque has dado con un Psicólogo Atómico y de ahí viene el no progresar.
Del mismo modo que seleccionas muy cuidadosamente el espacio donde vives, con tus muebles, colores, olores, libros y cuadros…¿por qué no poner el mismo (o más) esfuerzo en seleccionar al que consideres el mejor terapeuta para amueblar tu parte mental?
¿Tiene lógica, para tí?
No te quedes con el primero: busca, busca y busca.
Pide credenciales, años de experiencia, alguien que te haga un traje a medida.
Hay profesionales excepcionales que pueden dar un giro de 180 grados en tu vida, pero debes saber algo importante: no todos lo son.
Y escoger al erróneo, como he presenciado multitud de veces, puede incrementar tu caos interno hasta niveles insospechados.